22 feb 2018

Professore Cosimo, pícaro de Gallipoli


Si lo recuerdo haciendo dibujos con tiza sobre la mesa del desayuno para ilustrar la historia y los atractivos actuales de la ciudad, dedicarle un cuartiento haciéndolo pasar por pícaro me parece un exceso. Era un buen hombre, mucho más amable que la mayoría. Según refirió, había sido profesor de matemáticas y, desde la jubilación, alquilaba habitaciones, junto a la playa, en la casa en que había nacido.
Cuando le preguntaba dónde ir y cómo ser atendido rápidamente en medio de la multitud de turistas que inundaban Gallipoli en la tercera semana de agosto, solo decía tres palabras indicándome que las repitiera.
-Mi manda Cosimo -en efecto, su nombre abría puertas, deshacía colas, desintegraba carteles de lleno.
Pudo haber sido un anfitrión maravilloso, pero no lo fue porque me engañó desde el primer momento en que tuve noticias de él. Fue navegando en la web. Allí encontré la página de su B&B: Mare bello.
Cuando llegué, después de ocho horas de coche desde Roma, el lugar estaba cerrado.
-In cinque minuti arrivo -dijo il professore al teléfono.
Mientras lo esperaba me dediqué a estudiar la fachada del B&B. Era la misma de la página web, pero veinte años más vieja y dos veces más pequeña. Tenía una puerta, diminuta pero doble, casi transparente. A través del cristal, se veían dos escaleras: en un diámetro de apenas ochenta centímetros, una subía y otra bajaba. Arriba estarán las habitaciones y abajo el sótano, pensé para mis adentros.
Cuando llegó, frenazo de Fiat incluido, me abrazó y me trató como un príncipe. Cogió incluso mi maleta.
Se plantó frente a la puerta y en lugar de abrir la hoja de la derecha, que subía, abrió la izquierda.
- E adesso benvenuto alla suite - dijo con voz teatral cuando podía haber dicho "bienvenido a tu tumba". Acto seguido comenzó a silenciar con detalles falsamente históricos las precariedades del sitio por el que, con el nombre de suite especial, engañándome, me había cobrado muchísimas monedas.
Cuando a los dos días salí de allí enfermo por el polvo y la humedad, lo odiaba y me prometí que le escribiría un cuartiento.