15 oct 2017

Valencia 3 - Rivotril 2


Sabedora de que dormiría profundamente luego de tomar un comprimido de dos miligramos de rivotril, le dejó un encargo imposible a la asistenta.
“Necesito que compres los billetes para ir a Valencia”.
Si hubieran estado en Francia, la indicación sólo tendría un sentido: Valence, la del Ródano. Si en España, Valencia, la del Turia. Y si en el Caribe, Valencia de Venezuela, la de San Desiderio junto al Cabriales. Eso por nombrar solo las más importantes.
Pero el problema consistía en que estaban en Portugal y que, viniendo de ella, la indicación podía tener cualquiera de los tres sentidos: había nacido en Valencia de Venezuela y había vivido cinco años en Francia, precisamente en Valence, y otros cinco años en España, en un apartamento junto al Turia.
Mientras dormía, soñó activamente (eso era lo que más le gustaba del Rivotril) que la chica se confundía y decidía casi al azar a qué Valencia viajar. En el sueño siempre, pero realmente en las manos de la asistenta, su cuerpo (su vida) giraba entre la niebla infinita que rodea permanentemente a la ciudad francesa, el ruido y la muchedumbre de la Valencia española y el calor insoportable de Venezuela. Reía, siempre en el sueño, sólo de pensar en su confusión.
Cuando despertó, como si se tratase del dinosaurio de Monterroso, la nota todavía estaba allí, pero a su lado había otra de letra más menuda en que la asistenta con palabras soeces se despedía.

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