29 oct 2014

Primer teorema de Zupcic


EVENTO O NOCIÓN QUE LO SUSTENTA
En octubre de 2014, un joven madrileño es acusado de estafa y los medios de comunicación desvelan que para llevar a cabo su cometido hacía gala de supuestas relaciones de privilegio con la Casa Real, La Moncloa y el partido de gobierno. De hecho son publicadas fotos suyas al lado de José María Aznar y saludando al nuevo Rey, entre otras. En público y en privado, las aventuras de este joven se convierten en tema frecuente de tertulia y las explicaciones más usadas para su gesta son la psicopatomegalomanía (el estafador es un paciente psiquiátrico que ha engañado a todos, incluyendo los servicios de seguridad del estado) y la picaresca (el estafador es un delincuente, pícaro heredero del Lazariillo de Tormes, que ha engañado a todos incluyendo los servicios de seguridad del estado). 
El teorema de Zupcic no pretende ser psiquiátrico, literario ni criminalístico. Tan sólo contempla el asunto desde una perspectiva humana y aporta una tercera explicación en la cual no hay engaño sino connivencia y gracias a ella este efebo tenía acceso a círculos tan privilegiados.

PRIMER TEOREMA DE ZUPCIC
Causas y/o consecuencias del muchas actividades humanas están relacionadas con la búsqueda de tres agujeros. Otras obedece a la búsqueda de dos. Y las que quedan a la búsqueda de sólo uno.

23 oct 2014

Esto es tenis, querido(s) Watson (y Crick)

(desde el Open de Valencia)



Creo en ello sinceramente: no hay mejor lugar del mundo para vivir que esta Valencia española, entre Alicante y Castellón. Por sus calles, sus montañas, porque desde aquí todo parece estar cerca y , fundamentalmente, por el carácter afable y generoso de sus habitantes.
Atrás, en sus memorias, quedan las palabras de Giacomo Casanova advirtiendo de la falta de buen vino, lugares de buen comer y hombres de letras. Esta provincia es una maravilla. Que nadie lo olvide ni deje de decirlo. Lamentablemente, está llena de paradojas. Eso es lo que con rabia pienso mientras visito el Museo de las Ciencias Príncipe Felipe.
Me viene inmediatamente a la memoria un artículo escrito hace unos más de diez años en su contra por el gran José Pardo Tomás (a Pepe no debería bastar con nombrarlo en un cuartiento,.debería escribirle cien cuartientos seguidos porque fue él quien, en la Universidad Autónoma de Barcelona, me enseñó a construir textos decentes que no fueran de ficción). Pues mi admirado Pepe se quejaba del desmadre que era este proyecto, de la sinrazón y falta de orden que albergaba y de la ausencia de criterios científicos e historiográficos en su planificación.
Pues me tocó ir al museo y ya estaba preparado para lo peor. He visto tantas cosas en sus alrededores. Recuerdo que cuando vino el Papa colocaron cientos de retretes portátiles junto a sus paredes, muchos de los cuales ni siquiera fueron premiados con una defecación, sólo para generar gasto y ganar comisiones. Sé que un poco más allá está el Palau de la Música y que Calatrava todavía no sabe cómo solucionar el problema de su trencadís y que, lo que es peor, nadie sabe todavía quién terminará pagando todo ello aunque se sospecha que será el de siempre, el contribuyente. Pues hoy, en el Museo de las Ciencias, me he encontrado la reproducción de la doble hélice de Watson y Crick, la doble cadena helicoidal que reproduce la molécula de ADN, una escultura de aproximadamente cinco o seis metros de altura, en medio de dos canchas de entrenamiento de tenis porque se juega el Open de Valencia y la ciencia tiene que arrimar el hombro al deporte, como si no bastara con los anabolizantes.
Así, mientras David Ferrer practica, una pelota se escapa  y alcanza la doble hélice incorporándose a ella, como si fuera una base nitrogenada: guanina, citosina o ferretina. Luego vendrá una de Andy Murray: adenina no, andenina.
El público aplaude la fuerza de sus héroes, la velocidad que alcanzan sus envíos y este cronista se da cuenta que el gran Pepe Pardo tenía razón y que aquí nunca se debió construir un Museo de las Ciencias, sino que ya que aquí parece que lo único que se hace es deporte (como diría Benjamin Black) directamente se debieron construir cinco canchas de tenis, para lo cual por cierto no era necesario el concurso de Calatrava.

17 oct 2014

Cercanías Castellón



Al vagón de los médicos suben ahora también los estudiantes de medicina. Menos empotrados que los de ingeniería en los celulares, pero más o menos los mismos, sobretodo porque en algún momento del trayecto sacan la comida casera y el vagón todo se llena de olores: ajo y chorizo, fundamentalmente.
Así íbamos. Los cardiólogos, uno en cada extremo, como si tuvieran miedo de encontrarse también en el tren. El oncólogo con una bolsa de comida que recoge en el mercado central antes de llegar a  la estación. La digestóloga del otro hospital leyendo los artículos del marido. Yo, debo reconocerlo, me debatía entre comenzar a leer la novela de Roberto Iniesta (el mismo de Extremoduro), El viaje íntimo a la locura, y terminar de leer Pulp, de Bukowski, una novela que es dura de coger por cualquier extremo.Fue por uno de los dos libros o por el estudiante de ingeniería que abrió la choricera que se detuvo el tren. Siempre lo hace, pero esta vez duro diez minutos. Luego avanzó cincuenta metros y llegó a la estación de Xilxes, donde estaba detenido el tren que había partido quince minutos antes que nosotros. Allí, mi compañera de asiento (estudiante de comunicación social o medios audiovisuales seguramente) comenzó  a ver una cartelera electrónica en el andén: "Por incidencia los trenes de cercanías tienen un retraso de treinta minutos".
-¿Qué pasó?- le pregunto la amiga con la que venía cruzando las piernas desde el inicio del trayecto..
-Seguro que alguien se tiró a las vías.
-El otro día también pasó. Espero que no. Da un mal rollo.
Pasaron otros cinco minutos y esta vez hicieron el anuncio por la megafonía del vagón:
-Por accidente ocurrido en las vías el tren demorará más de media hora en llegar a su destino y en este momento procederemos a engancharlo al tren que nos precedía.
-Qué putada - dijeron los estudiantes de ingeniería. -Ese tren se para en todas las paradas. Ahora nosotros con ellos.
Todo el mundo comenzó a agitarse, alguno insinuaba reclamación, pero otro en el fondo (no era médico ni estudiante de medicina, debía ser de ingeniería) interrumpió la zozobra con una llamada telefónica a todo pulmón.
-Mamá, saca tú a la perra que el tren va a llegar tarde.
Eso dio pie para que otro estudiante (¿de ingeniería, de medicina?) comenzará a vociferar apenas a dos filas detrás de mí:
-Es que si quedó con vida yo lo mato -no se refería a la perra ni al estudiante que procuraba que no defecase en el salón. hablaba del accidente, de lo que había generado el accidente en las vías del tren.
Lo repitió varias veces y quienes lo acompañaban más bien reían.
Los médicos conservábamos la calma. Cada uno en los suyo o simplemente pensando.
-Pero, ¿Por qué demoramos tanto? ¿Por qué no lo recogen y ya está?-pregunto la de comunicación social.
Me extrañó que diera por seguro que se trataba de un intento de suicidio. Sin embargo, le respomdí.
-Es que ha de venir el juez y el médico forense.
La niñata nada dijo y me miró casi con asco, como si le hubiera pedido salir con ella. Yo seguí entonces intentando leer a Bukowski.
A los quince minutos, el tren volvió a arrancar aunque muy lentamente.
Cuando pasamos por la estación de Les Valls, aminoró la velocidad todavía más y cambió de rieles.
La chica a mi lado comenzó a gritar.
-No miren. No miren. Es espantoso -gritaba y lloraba simultáneamente.
Obviamente todos miramos.Médicos, estudiantes y uno que otro trabajador de tribunales que también sube al vagón.
Sobre los rieles, había una cabeza, una cabeza sola, sin cuerpo ni nada aunque con mucha sangre alrededor. Y, dos metros más adelante, un brazo gordísimo. tan gordo que alguno discutió todavía por cinco minutos que podía tratarse de una pierna.
-Pero, ¿cómo es posible que no lo hayan recogido todavía? - me preguntó la muchacha del asco.
No le respondí. Yo también tenía la misma duda o, lo que es peor, tenía la sensación, quizá compartida con la mayor parte de los pasajeros, de haber llegado tarde, muy tarde. 
O de no haber llegado a ninguna parte.